martes, 22 de noviembre de 2011

Súper Mario Galaxia

Por fin acabé Super Mario Galaxy, pero ¿saben qué? No lo completé.
Terminé con 99 estrellas, muchas más de las necesarias para acabarlo, pero lejos del total posible de 120.
Cogiéndolas todas desbloqueas a Luigi, pero más que nada es para sentirse bien canijo.
Según mi psicoanalista, el hecho de que obtuviera esa cantidad se debe a que en algún momento estuve dispuesto a agarrarlas todas, y que claro, me rendí a medio camino.

Se siente rarísimo amar tanto los videojuegos y no amar la serie Super Mario. He jugado Marios desde antes de aprender a pelar una naranja, respeto enormemente su influencia, su magia y sobretodo su perfección en el género. Pero muy a pesar de todo eso no me encanta.

Terminé jugando New Super Mario Bros. porque me lo prestaron y porque en ese entonces (hace como 4 años) no tenía muchas opciones para jugar. Cooperativamente atravesé casi todo New Super Mario Bros. Wii, la razón fue esa, fue cooperativo, no me veo jugándolo yo solo, me deprimiría. O sea que desde varios años he jugado Super Marios ya sólo porque se dan las circustancias. Galaxy es tan diferente a ellos y recibió una ovación tan grande de la critica que el hype, aunque no me impactó, me rozó. Sembrando una semillita de ganas de jugarlo, que demoró varios años en germinar lo suficiente para por fin ponerme a jugarlo.
Emocionadísimo por jugarlo no estaba, igual comencé con una actitud de buenaondez y neutralidad expectante.

Disfruté la mayoría del tiempo que pasé jugándolo, el problema es que nunca me conmovió. Debe ser por eso que en cierto momento dejé de sentir cualquier tipo de satisfacción por completar un nivel. Momento en el que me di cuenta que mi apego al juego y a la experiencia que me estaba brindando era casi nulo. Me tomó 99 estrellas para llegar a esa conclusión

No fue sino hasta que me rendí y decidí acabarlo de una vez, que volví a sentir la vibra de los viejos tiempos. Antes de ir al castillo de Bowser ya lleveba rato sintiendo que había visto todo lo que el juego tenía que ofrecer, que ya no me iba a impactar, y que ya no iba a implicar un reto a menos que fuera al escenario final. Por lo que una vez ahí, me regresaron las memorias de lo que es acabar un juego clásico por primera vez. No fue hermoso, pero fue lindo sentir la nostalgia, me alegra también haber podido terminar con un buen sabor de boca.

Algo que tiene Super Mario Galaxy que pocos juegos tienen, es hacerte sentir que todo lo que puedes ver lo puedes alcanzar. Los únicos otros juegos que yo conozco que te hacen sentir esto son Shadow of the Colossus y Cursed Mountain.
Es esa magia de poder detenerte en cualquier momento para mirar a tu alrededor y saber que todo terreno, por más lejano que esté, es visitable. Ya sea que veas un punto lejano al que te propones llegar, o al revés, que estés ya en un lugar altísimo y miras atrás para ver el enorme camino que has recorrido.
Varias veces pensé esto mientras jugaba. En ninguna ocasión pude evitar pensar en lo similar que es ver a Mario encima de una castillo de plataformas y a Wander sobre la cabeza de un coloso. O lo contrario: cuando montado encima de Agro, en búsqueda del siguiente coloso, veía desiertos o llanuras lejanísimas, pero que tarde o temprano llegaba a ellas cabalgando; sentimiento tan similar a cuando apunto de comenzar un nivel y gracias a un buen ángulo de cámara, puedo ver enfrente de Mario todo el escenario que tendré que recorrer, sabiendo que pronto estaré hasta en el punto más lejano que mis ojos ven.

2 comentarios:

Alandroide dijo...

Momento. ¿Fuiste al psicoanalista a contarle sobre tus hazañas en los videojuegos?

Ismoísta dijo...

¿Eh? No. Sí. ¿Qué?

Era un decir.