domingo, 26 de mayo de 2013

Monstruos de Bolsillo Versión Blanca Número Dos: Portal vacacional



Los de Pokémon son de los juegos más extensos que existen (una vez vi un archivo de un primo que ya había llegado al límite de tiempo marcable con 999:59 horas). Sus características, las diferentes actividades que puedes realizar dentro del juego, son innumerables. Creo que por eso a veces resulta difícil elegir por dónde abordar uno para escribir de él. Por eso que le dedique esta entrada a la experiencia en general de jugarlos, y no tanto de sus hartas features. Quiero cavilar sobre la transportación mágica que uno sufre al enfrascarse jugando un Pokémon, en este caso, White Version 2. Que es como el primero, pero con más de todo. Más atasque.

Sí tienen vacaciones pero lo que no tienen es varo para irse de vacaciones, o sólo tienen quinientos pesitos, nada más háganse de un Pokémon. Que es lo mismo que viajar. (Eso o drogas).
Todos sabemos que todos los videojuegos conllevan escapismo, de eso se tratan, es su cualidad más importante y más deseada. Pero insisto en hablar del de Pokémon porque, el exiquisito escapismo que ofrece es cálido y receptor. Amable e inclusivo. Otros juegos, como los de Rockstar, son capaces de transportarte a mundos igual de amplios, pero sólo Game Freak sabe hacer esos viajes saber a vacación.

Vacacionar es estar en un lugar por elección, para relajarte, para olvidar el cubículo. Eso no significa que uno no haga nada. Es ahí donde la metáfora agarra forma. Hay tantas cosas que uno puede hacer cuando le rinde tributo al dios ocio en las vacaciones. Pasear por el barrio, tomar una clase de buceo, ir al teatro. Todas estas actividades con un equivalente pokemónico. Jugar una versión de Pokémon es vivir otra vida, una vida en la que todo está ahí por si gustas, pero sólo si gustas. Todo está a tu alcance, pero nada es gratis. Acá en el mundo de carne se paga con dinero, allá en el mundo de pixel la única moneda es el esfuerzo. Dejándolo a tu criterio en qué gastar ese recurso tan preciado durante el descanso.
Las regiones Pokémon están llenas de atracciones turísticas, todas divertidas, unas más que otras, pero siempre opcionales. Uno es un turista perpetuo. Siempre preguntándose "¿en qué me divertiré hoy?"


No conozco a nadie a quien no le guste Pokémon por alguna razón que no sea prejuicio. No conozco a nadie quien haya jugado Pokémon bien, dándole el debido tiempo y la debida oportunidad, y que no le haya gustado. Una vez mi hermano, que tiene 10 años más que yo, comenzó a jugar Ruby a escondidas, eligió a Torchic y lo bautizó Fénix. Iba por buen camino, pero nunca admitió cuánto lo estaba disfrutando. Su orgullo le estorbaba. Confieso que yo también titubeo un poquito al admitir lo mucho que me gusta Pokémon con gente nueva, en especial cuando sé que no habrá oportunidad de aventarme una cátedra del porque son grandes obras. Pero eso sí, jamás he negado la pasión que les tengo, ni dudo en intervenir cuando alguien suelta el comentario antipokémonero.
Mmmh, me imagino que ese aspecto jugar Pokémon no es tan diferente de ser gay. Como decía Jonathan Holmes.

No hay comentarios: