La única forma de avanzar en Dustforce es hacerse más bueno. No hay de otra. Nada de truquillos evasores o rutas tramposas, en Dustforce estás solo con tus capacidades.
Una forma sencilla de definir Dustforce sería como: el juego por excelencia de la obsesivo-compulsividad. En los niveles sólo se necesita hacer una cosa: llegar al final. Y ya. No sería mucho sino es porque siempre al acabar te calificarán dos factores: completion y finesse. Uno te dice qué tanto completaste y el otro qué tan fluido lo hiciste. El gancho es que sólo perfeccionando niveles es que puedes abrir nuevos. En otras palabras, lo obligan a uno a rejugar y mejorar cada nivel: cada técnica, ruta y ritmo.
Seguro que los camaradas de Hitbox tomaron mucha inspiración de Super Meat Boy. Los paralelismos van desde lo general:
Ambos son independientes y ambos son plataformeros.
Hasta lo particular:
Su alta dificultad compensada fuertemente por su fluidez y su total falta de castigo por fallar.
La mayor diferencia entre los dos es que en Meat Boy basta llegar al final, y aunque mejorar tus marcas sí constituye una recompensa de más niveles y demás, siempre es opcional, con llegar al final de cada nivel puedes acabar el juego, en Dustforce es obligatorio.
Tiene entonces mucho sentido que la temática principal del juego sea la limpieza. En palabras de mi mamá: la pulcritud no es más que eliminación selectiva con fines estéticos e higiénicos. Tal vez yo lo ensalcé un poco, pero esa es la idea. En el caso del juego, no se trata tanto de eliminar el polvo o basura, sino de eliminar errores. De limpiar nuestra técnica hasta que sea casi perfecta.
Y uno va en chinga, y pum, pas, zaz, por aquí, por acá, en las paredes, en los muros, de cabeza, en el aire. Todo tan rápido, todo tan delicado, todo tan limpio. Pero nunca es suficiente.
3 comentarios:
Ya me dieron ganas de nunca jugarlo...
Nice.^^
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¿Y ya tienes una afinidad para la limpieza? ;)
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